miércoles, 7 de marzo de 2007

Un asunto de hojillas

Hace algunos días vi en la televisión que Gillette lanza al mercado una nueva afeitadora. ¿Y qué importa esto? Pues, al menos para mí, es algo de vida o muerte.
La razón es que este artilugio tan sencillo (ignorando por supuesto cualquier avance en el sofisticado e irritable -en todo sentido- mundo de las afeitadoras eléctricas) me recuerda, más que cartas, fotos o todo lo que guardamos en cajas que no abrimos nunca, que nos ponemos viejos y dejamos de interesarnos en las cosas nuevas.
Cuando empecé a afeitarme la sombra que tenía entre la boca y la nariz, lo hacía con una desechable común y corriente, pero cuando ya me tocó tener mi afeitadora propia y dejar de mellar las de otros, decidí estar a la última y comprarme una que tenia DOS (2) hojillas, de acción independiente, para más lujo. Era la Sensor.
Los años pasaron y la Sensor seguía funcionando perfectamente. Pero a alguien se le ocurrió que dos hojillas ya no eran suficientes. Para poder quitarse la barba como Dios manda había, HABÍA, que usar tres. Claro, una para cortar, una para repasar y otra para terminar de rematar la faena. Esta la probé, y aprendí que el remate de faena incluía parte de mi epidermis, así que volví a la Sensor.
Al poco tiempo las tres hojillas quedaron obsoletas, porque según los que querían que volviésemos a cambiarnos, un cuarto trozo de metal afilado eliminaría cualquier rastro de vello rebelde. Supongo que atontándolo o torturándolo, no sé muy bien, porque esta nunca la probé.
Al rato llegaron las cinco hollijas. Mi papá se compró esta. La usé. sangré. Irónicamente, me sacó sangre pero dejó pedazos de piel sin afeitar. Nefasto.
Los genios del marketing, en un intento por vender más de las cinco hojillas, le pusieron un aparato a pilas que las hacía vibrar. Ya esto era demasiado, pensé. La yugular está en el camino de la afeitada.
Pero no era suficiente. Ahora la GILLETTE FUSION le agrega una sexta hojilla a la afeitadora. Eso sí, no es en el mismo bloque de las cinco anteriores, que por cierto ya es desproporcionadamente grande, sino en la parte posterior. Esto es para poder cortarnos con precisión esas barbillas, bigotillos y patillas tan ridiculillas que algunillos llevan por ahí.
Me pregunto yo entonces: ¿Para qué coño necesitamos seis hojillas para hacer algo que hacíamos igual de bien con dos (con una en el caso de los más viejos)? Y justo cuando termino de hacerme la pregunta me doy cuenta de que me la hago precisamente porque me hago mayor y no acepto los cambios como antes. Qué mierda. Un aparato tan simple me hace darme cuenta de cosas como esta. Y si eso no fura suficiente, mi vida post adolescente se puede clasificar por el número de hojillas de una afeitadora. Y yo voy, y como pienso en tantas estupideces, tengo el desacierto de fijarme en todo esto.

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